Desde que tuvo consciencia de su realidad física, el ser humano se marcó el reto de llevar sus capacidades más allá de los límites impuestos por su propia naturaleza, incluyendo primordialmente la potenciación mental. Para alcanzarlo, ha contado con las más elevadas dotes intelectuales del reino animal. Ha sido su inteligencia la que le ha permitido superar sus limitaciones y hacer frente a una naturaleza hostil. Y una vez que ésta ha dejado de ser el primer obstáculo para su evolución, dedica su intelecto a crear la versión más perfecta de sí mismo que pueda imaginar. En este sentido, uno de los primeros pasos para aumentar las capacidades mentales consiste en potenciar la cognición, en la creencia de que, mejorando el proceso de obtención de información, se fomenta la inteligencia.
Pero la inteligencia es muy complicada de definir, existiendo fuertes discrepancias. En principio, su definición recoge elementos físicos, como la eficiencia neuronal, y conceptos intangibles, como la capacidad de abstracción. La sincronía de ambos aspectos hace que la información recibida sea procesada de tal manera que permita obtener una representación fidedigna de la realidad, y que se pueda predecir el futuro basándose en conocimientos previos.
Una de las características más básicas de la inteligencia es que realiza conjeturas sobre la información abstracta recibida, que a su vez genera más información. Conseguir extraer la información recibida a un marco abstracto donde se puedan hacer conjeturas sobre la misma y que produzcan más información es inteligencia.
Se supone que la capacidad mental depende de la eficiencia neuronal, y que cuanto mayor sea el dinamismo cerebral, menos esfuerzos serán precisos para alcanzar los mismos resultados. Precisamente, conseguir generar más información a partir de la ya recibida, con el mínimo esfuerzo cerebral, es la finalidad del aumento artificial de la cognición, objetivo perseguido por el ser humano desde que se percató de que para controlar el entorno precisaba acumular de información sobre él.
A lo largo de la historia, se han utilizado todos los medios disponibles para aumentar la producción intelectual, desde drogas a meditación, con el fin de alcanzar un supuesto conocimiento supranatural. En la actualidad, el paradigma científico relaciona de manera física la capacidad cerebral con la mental, y se investiga cómo mejorar las capacidades mentales, influenciando físicamente en el cerebro.
Ingeniería neurocognitiva
A pesar de los indudables debates que se abren en términos éticos y médicos, la ingeniería neurocognitiva se va a seguir potenciando debido a la acuciante necesidad de incrementar la vigilancia de muchos profesionales, desde militares a controladores aéreos.
La enorme cantidad de variables que pueden suponer un peligro en un entorno cambiante exige emplear toda la tecnología disponible a fin de garantizar la seguridad. Si este tipo de técnicas se hubiesen usado en el pasado, se hubiesen evitado múltiples atentados o accidentes[1].
Sin duda, en una sociedad en la que la información es fundamental para conducir todos los aspectos de la vida, controlar su flujo significa disponer de superioridad en el siempre complejo proceso de la decisión. Por ello, todas las organizaciones intentan tomar decisiones más rápidas y eficaces basadas en un eficiente procesamiento de la información obtenida, el cual, además de ser una variable fundamental en el mundo moderno, está intrínsecamente ligado a las capacidades intelectuales de un cerebro biológico o con la velocidad de computación de una máquina.
Para un ser humano corriente, un segundo no significa mucho, pero para un corredor de bolsa, un segundo es la diferencia entre perder o ganar millones, y para un soldado en el campo de batalla puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Por esas razones es tan importante sacar el máximo partido de las capacidades del cerebro, incluso si hay que hacerlo a expensas de una máquina. Todas las teorías para incrementar las capacidades mentales tienen en común el objetivo de procesar mucha más información de la que permiten las capacidades naturales.
Durante la operación Tormenta del Desierto -realizada a principios de 1991 en Irak-, la mayoría de los responsables de las misiones aéreas eran incapaces de leer, y mucho menos analizar, los cientos de páginas -frecuentemente más de mil- de los boletines estratégicos que se publicaban a diario, lo que hacía que, en muchos casos, las ejecutaran sin ni siquiera tener constancia de si se estaban realizando otras operaciones simultáneamente.
Es evidente que una mente humana no puede leer diariamente miles de páginas de informes -cada uno de ellos intentando atraer la atención del lector mostrando su importancia y urgencia[2], procesar todos los datos, tomar la decisión más optima y ejecutarla con éxito, al menos no como norma.
Por lo tanto, se necesitan sistemas alternativos que permitan estar actualizados y bien informados.
¿Hasta dónde?
Ante estas circunstancias, la primera cuestión que se plantea es hasta qué punto se puede forzar la cognición biológica y a partir del cual es necesario potenciarla con tecnología.
No es lo mismo minimizar los efectos de la fatiga mental, incrementar la atención o mejorar la adopción de decisiones, que conseguir que una persona convierta los datos recogidos en miles de páginas en información útil, un día tras otro, por lo que estas situaciones requieren la existencia de un grupo de mentes conectadas entre sí, qué transforme la información procesada y válida en inteligencia; labor que tradicionalmente han realizado los estados mayores pero que, hoy en día, por extensos y capaces que sean, también se ven desbordados.
Por todo ello, es preciso encontrar procedimientos para potenciar la mente, pero sin delegar las facultades mentales individuales, de forma que se incrementen mediante la conexión remota a otras mentes o a dispositivos. Una opción sería conectar las mentes de expertos en determinadas materias para que actúen al unísono en la resolución de problemas, de modo similar a las reuniones multitudinarias que actualmente se celebran.
En el ámbito de la robótica, la empresa china CloudMinds, especializada en inteligencia artificial, ya ha conectado millones de robots a una red que simula ser una macro mente online, lo que abre la posibilidad a que, en un futuro cercano, las mentes de los seres humanos estén igualmente conectadas a una red mental que produzca sinergias que eleven las capacidades individuales.
En el campo de la economía experimental ya se emplean bots programados para ayudar a adoptar decisiones en situaciones extremas[3], de modo que la persona únicamente debe introducir las variables de la situación y el bot, programado con miles de estrategias, aporta las respuestas más adecuadas.
La palabra “ayudar” en realidad quiere decir que el bot presenta soluciones que no están condicionadas por los sesgos cognitivos ni las particularidades psicológicas de los humanos. No es una coordinación, y menos una cooperación, realmente se trata de una sustitución.
Biotecnología para la potenciación mental
Entre los que abogan por que la mente sea mejorada con la biotecnología, hay quien asegura que no se necesitan implantes neuronales para ser un cíborg natural, sin implantes mecánicos externos. A éstos implantes no los consideran un incremento real, sino una mayor dependencia y una disminución de las capacidades biológicas, que, en realidad, delegan una parte tan esencial de la vida como la actividad mental a máquinas o implantes inertes.
Aunque no se esté dando la debida importancia social a la relación entre mente y tecnología, lo cierto es que el hecho de que el ser humano se enfrente a un cambio de paradigma biológico debería ser estudiado en detalle por distintos ámbitos académicos y sociales.
La posibilidad de crear artificialmente neuronas, lo mismo que secuencias de ADN o cualquier otro componente biológico, es como disponer de repuestos de cualquier parte de nuestro cuerpo. De la misma manera, se puede conseguir que sean las máquinas las que dispongan de algún elemento biológico. En el plano cerebral, se pueden crear neuronas programadas para funciones específicas, o incluso generar bio-regeneración neuronal.
La biotecnología sintética da un giro de 180º al concepto transhumanista, ya que acoplar órganos biológicos a una máquina da pie a crear robots orgánicos[4]. Así lo ve el Ithai Rabinowitch, investigador en neurobiología de la Universidad de Israel, quien propone crear estructuras neuronales complejas para ser insertadas en el cerebro con el fin de controlar el comportamiento.
Esto significaría que la actividad de un cerebro orgánico estaría programada como un software informático. Aunque la complejidad del cerebro humano de momento no permite ni siquiera plantear esta opción, sí existen organismos más sencillos, como el caenorhabditis elegans, cuyos cerebros, de apenas unos cientos de neuronas, generan miles de sinopsis diferentes, y cuyo estudio permite conocer si es posible programarlas para realizar tareas que no están en sus genes naturales.
De controlarse la manera en que las neuronas se conectan, esto permitiría programar la mente de un ser vivo, convertirlo en robot. Si bien con la optogenética se modifica el comportamiento de un ser vivo lanzando impulsos lumínicos en las neuronas, con esta otra técnica se modificaría la relación neuronal del cerebro, evitando tener que emitir impulsos desde el exterior y consiguiendo, de una manera mucho más específica, no solo modificar, sino crear nuevos comportamientos.
El uso de la biotecnología para mejorar las facultades mentales del individuo borraría de un plumazo el concepto cíborg de fusión humano- máquina; la reprogramación de nuestra propia biología bastaría para mejorar nuestro ser. En el terreno transhumanista siempre se especula con mecanizar al ser humano, pero el planteamiento de la biotecnología es humanizar a las máquinas. Si el estudio de modificación neuronal sigue su curso, pronto veremos cerebros orgánicos al mando de cuerpos tecnificados.
La mente biológica evolucionará tanto por la vía genética como por el ensamblaje. A la tradicional competitividad darwiniana entre los individuos más capaces, ahora se unen las máquinas, y van a ser precisamente éstas las que faciliten una evolución humana más allá de lo imaginable. El principal objetivo es que el cerebro humano iguale las velocidades que ofrece la informática, pero manteniendo las peculiaridades de la mente, principalmente la consciencia, mientras que el de la computación es conseguir las capacidades y la inteligencia de la mente humana.
[1] Oie y McDowell (2011)
[2] Por esta razón, todos los informes sean tácticos o de inteligencia, deben estar acompañados de dos resúmenes: uno de muy pocas hojas, idealmente no más de cinco; y otro de tan solo una, y si es media, mejor. De modo que estos resúmenes sean ya de por sí indicativos y, sobre todo, animen a leer el resto del informe. De cualquier otra manera, en escenarios cada vez más saturados de información, ningún mando, y mucho menos un dirigente político que lo normal es que sea poco conocedor de los detalles de estas materias, tendrá la capacidad, por superdotado que sea, de leer y asimilar todo lo que constantemente recibe, y al no hacerlo, además de que resulta estéril el esfuerzo realizado por los redactores, pone en peligro el conjunto de la misión pues las decisiones que adopte difícilmente serán las más adecuadas.
[3] Neumann y Sood. (2018)
[4] Rabinowitch (2019)
Bibliografía
Neumann, Shai, y Sood, Suraj. Using bots in strategizing group compositions to improve decision–making processes. Springer. 2019.
Oie, Kelvin, y McDowell, Kaleb. "Neurocognitive engineering for systems development." Synesis: A Journal of Science, Technology, Ethics, and Policy 2.1:T26-T37. 2011.
Rabinowitch, Ithai. "Synthetic Biology in the Brain: A Vision of Organic Robots." The 2018 Conference on Artificial Life: A Hybrid of the European Conference on Artificial Life (ECAL) and the International Conference on the Synthesis and Simulation of Living Systems (ALIFE). MIT Press. 2019.
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