1.- INTRODUCCIÓN
El poder de la imagen y los medios de comunicación
En nuestra sociedad la “cultura de la imagen” está muy arraigada, en la que un individuo sin talento puede convertirse en un referente por medio de las redes sociales. Las nuevas tecnologías hacen cada vez más fácil la transmisión de información e incontrolada su difusión empleando simultáneamente varios medios.
Los medios están sometidos a las diferentes circunstancias editoriales y económicas, son empresas de un mercado, trabajan para una audiencia que les permita el incremento de los ingresos publicitarios y el prestigio, es la “información espectáculo” donde la violencia terrorista se convierte en un eficaz instrumento en la pugna por alcanzar mayores cuotas de mercado.
Existe una fuerte implicación de los medios de comunicación social en lo concerniente al terrorismo, que necesita de su participación activa para ser eficaz, y “a diferencia de los criminales comunes, planifican los atentados para ofrecer mayor impacto visual a los medios de comunicación, para asegurarse una gran cobertura mediática”, cuyo objetivo no son las víctimas o los daños, sino que la sociedad o un determinado grupo se sientan amenazados: “el terrorismo no quiere mucha gente muerta, sino mucha gente mirando”.
La violencia es una forma de comunicarse con las personas a quienes va dirigida, convirtiéndose así el terror en el medio para conseguir sus objetivos, y los medios de comunicación en sus mensajeros. El terrorismo emplea violencia extrema cuyo mayor impacto que genera es el daño psíquico. El terror y el miedo causarán en las víctimas sensación de vulnerabilidad y desprotección y la exigencia a los gobiernos que actúan en su defensa.
2.- LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL (MCS)
El lenguaje parasitario
El islamismo está produciendo una lengua parasitaria que se apropia de nuestras referencias lingüísticas y se asienta en nuestra comunidad, constituyendo de hecho una “coranización” del discurso público acorde a la retórica del islam clásico, y en particular al de los periódicos del islamismo radical, así, hablar de Alá y no de Dios, es otra forma de coranizar nuestro lenguaje.
El escenario de este lenguaje parasitario es sencillo, sirva de ejemplo cualquier operación antiterrorista de la Guardia Civil, cuando un periodista pregunta sobre algún detenido a cualquier vecino, suele contestar que “era un joven de lo más normal”, expresiones que los medios con bonita monotonía, repiten una y otra vez sin cuestionarlas, que implica claramente la adopción del lenguaje como pretende el islamismo radical.
Cuando el sistema parlamentario va a legislar sobre terrorismo, a menudo se observa que tiende a consultar exclusivamente a los profesionales del Derecho, y excluye a otros profesionales como los de filosofía, que bien pudieran explicar los conceptos desde otro punto de vista, y así, ante estas ausencias por descuidos la sublengua parasitaria se va imponiendo.
La información en los medios sobre atentados
El terrorismo constituye un lenguaje violento que requiere de la comunicación para poder subsistir, pero en ocasiones, los medios de comunicación social han magnificado la violencia terrorista con inclinación al sensacionalismo, beneficiándose con ello los violentos. El terrorismo y los medios obtienen un provecho mutuo de subsistencia. La prensa, la radio y la televisión sirven de altavoz gratuito, dado que la violencia terrorista reúne todas las características de hechos noticiables. Informar exige un periodismo riguroso, en la medida que la naturaleza y la espectacularidad de los hechos tiende a distorsionar la capacidad de análisis generando hipótesis y conjeturas que, además de precipitadas, entran en colisión con criterios éticos. El atentado y las brutalidades son algo más que un lenguaje violento, son actos de comunicación que buscan la conmoción para convocar audiencia y cambiar las reglas.
Al Qaeda y el Daesh coinciden en sus estrategias respecto al activismo mediático, y cuidan el mensaje y los medios para su transmisión. Bin Laden reconocía que suponía más del 90% del esfuerzo en la preparación para la batalla; y el Daesh avanzó incorporando las redes sociales, mejorando la edición, creando un eficaz entramado mediático y hasta secuestró y utilizó a un periodista como presentador.
El valor de cada atentado no lo mide el número de muertos o sus efectos materiales; el criterio definitivo se establece en términos de impacto mediático primero y psíquico después. No trata de destruir las fuerzas enemigas ni de hacer inoperantes sus medios, sino de humillar y quebrantar la voluntad de lucha, e influir sobre los que tienen que tomar las decisiones, sondeando sus fuerzas morales y físicas.
3.- HACIA UNA POLÍTICA DE COMUNICACIÓN COMÚN
El uso de los conceptos
Tal como señala Luis de la Corte (2006,58): “La simplificación excesiva en las explicaciones del terrorismo es una tentación a la que los políticos, los medios de comunicación y los ciudadanos sucumben con facilidad y contra la que tampoco están inmunizados los académicos. En sus formas más imprudentes estas simplificaciones ofrecen explicaciones del terrorismo basadas en un solo tipo de factores causales, describiendo un atentado como un acto de locura, la acción de un fanático o por la injusticia del sistema político y económico mundial. Estos clichés son útiles para ratificar prejuicios pero no para comprender y analizar el fenómeno desde una perspectiva científica”.
Los terroristas se creen soldados en una guerra justa, y en nuestro enfrentamiento, muchas veces lo que hacemos es reforzar esa percepción. Lo hacemos cuando hablamos de “guerra”, incluso de “guerra global”, habiendo llegado también a hablar y escribir mezclando religión y política, como “cruzada contra el terrorismo”. En concreto, hemos contribuido a que la finalidad del islamismo rigorista (llevar el islam a la política reemplazando los Estados laicos por Estados islámicos) se reafirme. Así, en nuestro lenguaje y manera de comunicarnos, cuando decimos “guerra”, “comando”, “brazo militar”, ..., estamos consolidando esa percepción que tienen de sí mismos los terroristas como “soldados”.
La batalla contra el terrorismo se empieza a perder en las tertulias y en los medios de comunicación. Al adoptar su terminología en forma consciente o por error, mostramos a los terroristas de la manera que pretenden, y a su vez, les permite controlar la forma en que hablemos de ellos.
Al terrorismo hay que hacerle frente sin banalizaciones, y nunca utilizar conceptos que beneficie los objetivos de esos execrables delincuentes. La retórica de los islamistas radicales se palia con el conocimiento de los principios que rigen la cultura islámica, debiéndose utilizar aquellos conceptos que contrarreste el discurso de los movimientos terroristas.
Conceptos del “islam clásico”
Estimamos que no debiera utilizarse conceptos del “islam clásico” como si fueran sinónimos, porque en realidad suelen asociarse fácilmente con el terrorismo, palabras como: árabe, islam, islámico, musulmán, yihad, …, por lo que pareciera necesario difundir y dar a conocer la cultura y lo que realmente representa el islam, siendo a su vez recomendable conocer en profundidad lo que representan los términos mencionados anteriormente, y conocer el sistema económico, los conceptos halal y haram, y la sharía (ley islámica).
Etimológicamente el árabe procede de la Península Arábiga, y de forma genérica, es todo aquel que habla la lengua árabe, así, el dominio de la lengua es un capital simbólico para el musulmán común, porque les da acceso al saber religioso, aunque no todos los musulmanes son árabes, ni todos los árabes son musulmanes.
El islam no es solo una religión, sino que constituye todo un sistema político teocrático completo (modo de vida), supuestamente ordenado y regulado por Dios en sus más mínimos detalles a través del Corán, la ley islámica o sharía (sharl'a) y el fiqh (metodología legislativa). Musulmán es quien acata la voluntad de Dios y procura evitar aquello que prohíbe, siendo la sumisión y la obediencia a Dios la base fundamental del islam.
La yihad implica la idea de esfuerzo, aplicarse, efectuar una labor especialmente difícil, y luchar. El islam clásico interpreta a la “yihad menor”, como una de las obligaciones fundamentales que debe realizar todo musulmán, y que consistiría en combatir todos los ataques que reciba las tierras del islam desde el exterior; y la “yihad mayor” implica el deber de todos para divulgar la fe musulmana, representando el esfuerzo personal para ser mejor musulmán, mejores padres, esposos o persona, buscando lograr o mejorar una vida digna en sociedad.
Conceptos ofensivos para el islam
Estimamos que no debe utilizarse conceptos que en muchos casos estigmatizan u ofenden al conjunto de los musulmanes, porque se desvían de la tradición de su cultura con palabras como “fundamentalista”, “integrista”, “yihadismo”, ….
En nuestra civilización, el fundamentalismo nos traslada a la búsqueda de los principios básicos de la religión, un retorno a los fundamentos, cuestión que para el islam se identifica con el salafismo, y que según el imam Riay Tatary (2007), fallecido recientemente, en la cultura musulmana se refiere a “un sabio en los fundamentos del islam.
Los musulmanes no utilizan el concepto “integrista” para tipificar a sus radicales, cuyo término es una de las “denominaciones mediáticas” que más rechazo ha generado en el ámbito musulmán, cuando su origen está en la doctrina tradicionalista del cristianismo católico europeo.
Sobre la “yihad”, la “internacional islamista radical” se ha apropiado del término y su significado, lo cual le ha cargado con una impronta negativa su verdadero sentido, y a su vez el concepto “ha sido deformado y tergiversado en Occidente” como apunta el imán Alí Reza (2002).
El vocabulario que amplifica el terrorismo islamista
Estimamos que no debe utilizarse terminología que podría amplificar y/o enaltecer la retórica del terrorismo como los conceptos de: “combatiente” (Foreign Terrorist Fighter “FTF”), “estado islámico”, “organización”, “reclutamiento”…
El combatiente es un soldado del ejército de los estados democráticos, y por tanto protegido por las leyes de la guerra. Reclutamiento y movilización, es el sistema de ingreso del personal en los ejércitos; y por otra parte, la Asociación Contra el Cáncer, es una de tantas organizaciones creadas para fomentar el bien común, no pareciendo justo que a una banda criminal con fines ilícitos como coaccionar, atormentar, aterrorizar y asesinar, merezca el mismo tratamiento.
Síntesis del capítulo del libro digital “Manual internacional para policías, penitenciarios y Seguridad Privada” bajo la coordinación del Comisario Ernesto Emiliano Santamaría, que fuera publicado en agosto de 2020, y registrado con el número ISBN–978–987–86–5746-2, por la Asociación de Capacitación de Seguridad Pública y Privada (ASCASEPP) inscrita con el número 591967.
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Muchas gracias por esta información y visión , muy bien explicado .
Muchas gracias Inma
Juan Antonio Marín
Saludos
Como siempre, seguimos aprendiendo.
Buen trabajo…
Excelente documentación. Gracias por tu trabajo y divulgación.