El domingo 27 de octubre Argentina será llamada a las urnas para celebrar elecciones generales. Los votantes han de elegir presidente, vicepresidente, 129 diputados y 24 senadores que habrán de modificar la apariencia del Congreso de la Nación Argentina. Por otro lado, cinco gobernaciones también habrán de elegirse este domingo: Buenos Aires, Santa Cruz, Formosa, Catamarca y Santiago del Estero.
El peronismo de izquierda, ¿a punto de ganar en primera vuelta?
El 11 de agosto se celebraron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO, en adelante). Esta herramienta de participación, creada en 2009 por ley y pensada para hacer más democráticas la toma de decisiones en el seno de los partidos políticos e incentivar la participación, ha sido usada como si de una gran encuesta pre-electoral se tratase. El resultado perfiló las candidaturas y los partidos habilitados para concurrir en las elecciones del 27 de octubre.
Los resultados de las PASO dieron un fuerte respaldo a la oposición peronista concentrada en el Frente de Todos, rompiendo a favor de dicho frente cualquier encuesta a su favor, con un 47,6% de los sufragios. La dupla de Alberto Fernández como presidente, antiguo jefe de gabinete de ministros con Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, a propuesta de la propia Cristina Fernández de Kirchner, que reservó para sí misma la vicepresidencia en una jugada que sorprendió y dinamitó todas las estrategias electorales de sus rivales[1]. Macri esperaba un enfrentamiento entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, porque el primero abandonó el gobierno en 2008 dentro de la llamada “crisis del campo”, pero la antecesora de Macri en la Casa Rosada era consciente que con un 30% de apoyo no podría ganar al oficialismo en una segunda vuelta, con lo que se postuló como vicepresidenta, un cargo simbólico y que alejaba la parte más dura del discurso contra ella por parte de Macri centrada en sus escándalos de presunta corrupción, anulada también por la peor situación económica y social del país y por la fórmula electoral ideada por Cristina Fernández de Kirchner.
Por otro lado, el presidente Mauricio Macri, con la propuesta del peronista Miguel Ángel Pichetto como vicepresidente, en busca del voto de la derecha conservadora, obtuvo para la candidatura Juntos por el Cambio el 32% de los sufragios. Y con ello certificaba el fracaso de Cambiemos, la coalición con la que Mauricio Macri ganó las elecciones de 2015, integrada por Unión Cívica Radical y Coalición Cívica, pero con un eje rector alrededor de las estrategias, candidatos y toma de decisiones de Propuesta Republicana, que saltó del mundo local hasta alcanzar el nivel nacional en aquellas elecciones de 2015. La decisión de Mauricio Macri de proponer a un peronista como candidato a ocupar la vicepresidencia es el certificado del fracaso de lo que supuso Cambiemos, pero por encima de todo, es el fracaso de Propuesta Republicana y del propio Macri y del discurso para terminar “con la corrupción y la mentira”, base de la campaña de Mauricio Macri en 2015 que permitiera construir un país en serio y se aplicase el imperio de la ley a los funcionarios corruptos del saliente gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además, la decisión de meter a un candidato a la vicepresidencia del peronismo era prácticamente una obligación tras la jugada maestra de Cristina Fernández de Kirchner, y más aún por la necesidad de buscar un perfil de un antiguo aliado del kirchnerismo, caso de Pichetto, la clave es que la pareja Macri-Pichetto encarnan un peronismo de derecha.
Las PASO también supusieron una gran sorpresa al vencer en la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof por Frente de Todos, ya que el antiguo ministro de economía durante el segundo ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner se impuso con más del 50% de los sufragios acabando virtualmente con las opciones de ser reelegida de la actual gobernadora María Eugenia Vidal, una de las grandes esperanzas para el futuro dentro del macrismo.
Los temas de la campaña electoral octubre 2019 y cambios de estrategia
Por sintetizar y resaltar un par de aspectos sobresalientes se hablará de cómo los candidatos hablan de la salida de la crisis y de la despenalización del aborto.
El equipo electoral de Macri ha tratado con insistencia huir del caballo de batalla de la gestión económica del ejecutivo, pero ha sido un mérito de la oposición y una evidencia de la realidad de un gran número de ciudadanos el centrarse en este tema. Además, como consecuencia de las PASO, los mercados internacionales dejaron notar su preocupación haciendo subir el precio del dólar de los 42 a los 59,92 pesos argentinos[2]. Esto provocó que el Banco Central usase sus reservas para financiar la fuga de capitales tras registrar pérdidas por 3.000 millones de dólares en tan sólo dos días y quedarse la institución sin más reservas. Tal situación obligó al gobierno a lo que llamó un “reperfilamiento” de la deuda externa y restablecer una medida muy criticada por Mauricio Macri del ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner, el “cepo blando” de control de capitales, señalando con ello otro fracaso más del gobierno Macri. A ello se añadieron rebajas en el IRPF, bajada del IVA en alimentos básicos y congelar el precio de la gasolina, saltándose así la ortodoxia impuesta por el FMI. También Macri perdió al ministro de Hacienda por dimisión, Nicolás Dujovne, por haber sido el gran valedor del acuerdo con el FMI que alcanzó el gobierno de Macri al poco de llegar a la Casa Rosada.
Mauricio Macri llegó al poder dentro de un contexto que ha impulsado el fin del ciclo progresista[3] y con la acción de la gran patronal de Iberoamérica hacia la conquista del poder[4]. Tras la época de las diferentes transiciones en Iberoamérica de los años 80 del siglo XX que sustituían a las diferentes dictaduras, la gran patronal decidió ocupar un discreto lugar en la vida política por sus apoyos en las dictaduras de militares de la década anterior. Además, los nuevos regímenes se sintonizaban con los principios de economía de mercado y la primacía de sus intereses. Las reformas neoliberales de la década de los años 90 del pasado siglo hizo que la gran patronal tuviera un mayor peso en la Administración pública, dándose el caso de una connivencia entre el populismo de derechas de la región, el neoliberalismo y la gran patronal, caso de Alberto Fujimori en Perú o Carlos Menem en Argentina. En la parte final de la década y ante el cambio de milenio que trajo como consecuencia de la aplicación de las reformas neoliberales un ciclo de crisis entre 1998 y 2001, la llegada de capital extranjero ajeno al equilibrio de la hegemonía interna de cada país por las privatizaciones de los sectores públicos y, por último, pero no menos importante, la llegada de gobiernos contrarios en líneas generales a sus intereses en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador entre otros. La situación desde hace unos años ha hecho que esos gobiernos de izquierda se debiliten por agotamiento del ciclo de crecimiento en el contexto internacional o crisis, cosa que ha servido para explotar estas circunstancias para impulsar un asalto al poder por parte de las élites empresariales, tal y como el estudio de Miguel Serna y Eduardo Bottinelli demuestra tras estudiar los casos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Perú y Uruguay en el ciclo 2010-2017[5].
Mauricio Macri fue saludado inmediatamente por el establishment británico y ortodoxia neoliberal a través del muy influyente Financial Times del 23 de noviembre de 2015, donde se señalaba que el entonces recién elegido presidente tendría que “marcar el inicio de una nueva era”[6]. No es casualidad que Macri se confiese como un lector asiduo de El manantial y de La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, autora de cabecera para los neoliberales de Estados Unidos, donde los héroes de la autora rusa nacionalizada norteamericana encarnan el arquetipo perfecto del hombre a imitar[7]. Cuando Macri entró como presidente en la Casa del Gobierno el 10 de diciembre de 2015 lo hizo para desarrollar el proyecto liberal con mayor calado y profundidad desde el inicio de la nación en el siglo XIX, apoyado por sectores empresariales, terratenientes y grupos financieros locales vinculados al capital internacional. Fundamental lo primero que hizo fue tomar dos medidas: un paquete de medidas de carácter económico, y otra relacionada con la prensa. Una de sus primeras medidas, fue eliminar los controles de capitales y con ello esperaba atraer inversiones desde el extranjero. Esto supuso la cooperación entre Macri y el FMI, un acuerdo con los llamados fondos buitre que tenían a la nación fuera del circuito de los mercados internacionales de deuda y crédito. Las medidas supusieron un rápido endeudamiento en divisas y el gobierno de Macri acusó a la herencia recibida de ser la fuente de los problemas de la economía argentina, aunque obviamente Macri heredó un gobierno que no contaba con mucha deuda exterior.
La negociación de un préstamo con el FMI haciendo presión ante el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos supuso que se concediera un préstamo de 50.000 millones de dólares que pronto ascendió hasta los 57.000 millones de dólares, por la aplicación de la ortodoxia exigida por el FMI: austeridad y desregulación, y con ello era más que suficiente como para que la confianza de los mercados se tradujera en crecimiento. En su lugar sucedió lo que sucede lo que muchos temían: recesión y la senda hacia algún tipo de default garantizada. Los índices de pobreza aumentaron, la inflación también y el desempleo subió impulsado además por la destrucción de decenas de miles de empresas. Cuando la situación se volvió cada vez peor y ya no era posible ocultarlo, ante la proximidad del ciclo electoral, Macri tomó medidas que implicaban controles de precios y el FMI decidió no exigir más ortodoxia para apoyar al presidente Macri. Pero la realidad también marcaba otra evidencia: una parte sustancial del préstamo del FMI se tuvo que destinar a financiar la mencionada fuga de capitales, que la derrota de las PASO obligó a restaurar el tan denostado “cepo blando” de control de capitales del último gobierno de Fernández de Kirchner. A ello se suma el aumento más que evidente del precio de la energía (la luz y el gas han aumentado alrededor de un 400%) y de productos de primera necesidad consecuencia de la política del gobierno del presidente Macri. Esto se ha traducido en un descontento que se va traduciendo en cólera que halla salida en forma de elecciones y la esperanza de otras políticas que se traduzcan en la mejora de las condiciones de amplias capas de la sociedad. Si tal mejora no se diera se percibe una admiración por la revuelta de los llamados “chalecos amarillos” en Francia entre los desfavorecidos que podrían conducir al final a un estallido social que de momento tiene un temporizador que permite alargarlo o quizás desactivarlo para otra ocasión. Otro dato que hunde más aún a Macri: prometió dejar una inflación de un dígito al finalizar su legislatura tras la abultada herencia del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner: el 10 de diciembre, fecha en la que está prevista la transmisión del cargo de la presidencia, la inflación prevista prácticamente habrá duplicado la cifra que recibió, pues se ha dado una cifra alrededor del 50%.
El siguiente caballo de batalla que ha marcado la campaña electoral tiene que ver con el proyecto de despenalización del aborto que el año pasado y tras varios intentos llegó a la Cámara de Diputados. Dicho proyecto no fue finalmente aprobado, aunque la movilización de colectivos feministas y progresistas han situado a este tema en la agenda como una cuestión de salud pública. De los seis candidatos a la presidencia de Argentina dos se muestran a favor: Fernández de Frente de Todos y Del Caño de la coalición electoral trotskista Frente de Izquierda y de los Trabajadores; tres se han posicionado en contra: Macri de Juntos por el Cambio, Gómez Centurión del Frente NOS y Espert de Unite; Lavagna del Consenso Federal se ha manifestado neutral.
Se ha constatado también un cambio en las estrategias electorales de los principales candidatos y sus respectivas plataformas electorales. Juntos por el Cambio de Macri ha puesto más en segundo lugar su presencia en las redes sociales para tomar las calles con marchas con el lema “Sí se puede” para mantener el voto de la clase media del país. En Mendoza, circunscripción conservadora, Macri se pronunció en un sentido contrario a la despenalización del aborto y a favor de la defensa de la vida. También desde la cartera de seguridad se han anunciado nuevas medidas para combatir de manera preventiva el narcotráfico. También el presidente Macri retomó su presencia en Twitter para anunciar que en caso de ganar aumentaría el permiso de paternidad a los 20 días.
Alberto Fernández de Frente de Todos se puede decir que ha dejado de hacer campaña y empieza a actuar como si fuese ya presidente electo. En este sentido viajó a España y Portugal para mantener encuentros con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y hacer una defensa de apoyar el libre comercio internacional además de tratar la situación de América del Sur y de Mercosur. También Fernández elogió la presencia y participación de las empresas españolas en la vida económica argentina y su compromiso con el país en un intento de captar más financiación. También el candidato de Frente de Todos se ha reunido con sindicalistas y de la Unión Industrial Argentina para establecer un acuerdo social que urge al país. Un aspecto interesante de las propuestas de Fernández ha sido hecho en clave federalista, porque ha propuesto establecer una capital alterna en cada provincia con la finalidad de reforzar los vínculos entre gobierno nacional y distritos, y reducir también la tasa de coparticipación fiscal de la ciudad de Buenos Aires. También envió varias personas de su confianza a Estados Unidos para tranquilizar a los Estados Unidos. “El nuevo kirchnerismo no tiene que causar temor a Estados Unidos”, ese el mensaje que se ha deseado dar. Es decir, no habrá una “era K 2.0 (2003-2015)”. En este sentido el Citibank felicitó a Fernández y le invitó a una reunión a Nueva York para dar un mensaje personal y presencial a los mercados globales en una línea de tranquilidad. Fernández ya ha mandado señales para dar a entender que no seguirá una política tan intervencionista y cerrada como el último ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner. Otro mensaje que ha quedado claro por parte de Fernández es que intentará renegociar la deuda y retrasar las fechas de pago cerradas por Macri y Christine Lagarde como presidenta del FMI.
Esta ocasión ha sido la primera en la que se han ofrecido de manera obligatoria dos debates entre los seis candidatos. El segundo de ellos ha tenido un tono de mayor polarización que el primero de ellos entorno a Macri y Fernández. Los otros candidatos acabaron apoyando a uno de los dos principales contendientes: mientras Del Caño y Lavagna se situaron con Fernández, Espert y Gómez Centurión hicieron lo propio con Macri.
[1] Esta situación crea una interesante polaridad del voto entre Macri y Cristina Fernández de Kirchner, sin desgastar y con capacidad de atracción de muchos sectores del peronismo, cosa que puede evitar un balotaje y ganar en una primera vuelta, al obligar a Sergio Massa, que representa el llamado peronismo federal, a cambiar su estrategia y atraerlo hacia la propuesta del kirchnerismo. Además atrajo a sectores progresistas como Proyecto Sur de Pino Solanas, el Movimiento Libres del Sur de Victoria Donda y los radicales K, demás de atraer a votantes del centroizquierda que no son peronistas pero no vota a la izquierda ortodoxa y que querrían concentrar el voto en una opción que desplace a Macri del poder y prepare una salida a la crisis en la que se cuente con las minorías y los que más han sufrido las políticas de ajuste del ejecutivo Macri. En definitiva, se ha creado una concentración de poder que se puede definir grosso modo como peronismo de izquierda/progresista.
[2] Con fecha de 26 de octubre de 2019.
[3] El fin del ciclo progresista habría empezado en 2015 en Brasil cuando se fue preparando el golpe parlamentario contra la presidencia de Dilma Rousseff y tras ello llegaría la victoria de Mauricio Macri en Argentina. Continuó con la transición en Ecuador tras la victoria de Lenín Moreno en 2017 con una clara lejanía de las líneas seguidas por Rafael Correa y se cerró en Chile en 2018 con la vuelta al poder de Sebastián Piñera.
[4] Cabe señalar la presidencia de Kuczynski en Perú en 2016 y obligado a dimitir por el estallido de un caso de corrupción, pero fue reemplazado por el también miembro de la patronal Martín Alberto Vizcarra. El mismo caso que se ha dado en Panamá con Ricardo Martinelli y Juan Carlos Varela, el Chile con Sebastián Piñera por segunda vez tras el ciclo 2010-2014; u Horacio Cartes y Mario Abdo Benítez en Paraguay.
[5] El estudio contempla a los 801 diputados de estos países que eran directivos o altos ejecutivos, grandes terratenientes o comerciantes de importancia antes de su elección. La media demuestra que el 23% tenían dicho origen. El máximo lo representa El Salvador (40%) y el mínimo Argentina (13%), siendo que en la región este grupo supone el 3,4% de la población activa. Cuando el país dispone de Senado la situación se vuelve más exagerada; por ejemplo, el 30% del Senado Federal de Brasil y el 20% de la Cámara de Senadores de Uruguay provienen de este grupo. El estudio completo de Serna y Bottinelli está disponible en el siguiente enlace: https://www.clacso.org.ar/concursos_convocatorias/Estudios_resultados_clacso_oxfam/Informe_Regional_vf.pdf
[6]https://www.ft.com/content/915fe6b6-91c6-11e5-bd82-c1fb87bef7af
[7] La revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín publica un texto de Gabriela Cerruti con motivo de la publicación por parte de la periodista y diputada por Unidad Ciudadana del libro “Big Macri. Del cambio al FMI” de gran interés: http://revistaanfibia.com/cronica/el-arquitecto/